Haciendo cosas raras

La Calandria. 2018

Lo venían anunciando desde fines del 2015, hasta que este año cumplieron su promesa. Divididos, luego de un par de años de ensayo de todo el repertorio de sus primeros discos, en enero comenzaron a mostrar –en imágenes, a través de su canal en YouTube– la regrabación de su álbum debut, “40 dibujos ahí en el piso”. Originalmente editado en 1989, y a casi un año de la muerte de Luca Prodán y la disolución de Sumo, Ricardo Mollo y Diego Arnedo decidían regenerarse bajo el nombre de Divididos y sostener en un disco esos duelos, el físico por la partida de alguien que se va y el simbólico de la banda que se terminó. El resultado, once canciones densas pero inspiradas que se convirtieron en el primer engranaje de un mito que se convirtió con el tiempo en la aplanadora del rock argentino. Aquella vez, a los míticos guitarrista y bajista se sumó Gustavo Collado en la batería, conformando un power trío único. Casi tres décadas después, los paisanos de Hurlingham reeditan el disco a su manera: regrabando todas las canciones, y cambiando el orden del tracklist, el arte de la carátula y el título del disco (para que lo legal no interfiriera con la intención artística): “Haciendo cosas raras / Para gente normal”, parafrasea Mollo en la ahora canción cinco del disco, cuya primera frase es la que rescata para renombrar a su ópera prima.

“Queremos rescatar aquellas canciones del duelo”, le decían a la prensa el año pasado. Lo del rescate no es eufemismo: la banda lidiaba con una disputa de larga data con la discográfica por los derechos de sus primeros álbumes. “Siempre van a encontrar la manera de cagarte”, declaró Mollo en otra oportunidad, ya que tuvieron que esperar diez largos años para la finalización del contrato con CBS (hoy Sony Music).
 Pese a toda esta historia, una vez se escucha esta nueva versión de su debut, queda la sensación de que no se trata solamente de recuperar la propiedad de los fonogramas y reeditar el álbum por mero capricho, sino que hay una serie de revanchas técnicas que tienen que ver con conseguir el sonido que lograban buscar, y que para fines de los 80 era utópico (por lo menos para la realidad de los estudios argentinos). Ahí radica la gran victoria de “Haciendo cosas raras”: suena como siempre deben haber sonado estos primeros temas de Divididos, haciendo temblar las paredes y traquetear las ventanas cuando se sube el volumen.

La intro raga de ‘Los sueños y las guerras’ crece cuando entra con prepotencia y luminosidad la guitarra de Mollo y le da, de entrada, otra dimensión a su performance vocal, una constante de este nuevo material. También, por supuesto, se hace notar enseguida la batería indómita y trepidante de Catriel Ciavarella, con toda su corpulencia percutiva, convirtiendo el tema original de influjo new wave –incluida la máquina de ritmos– en una oda al rock beatlesco más pesado, como una ‘Come Together’ con el espíritu del agite del oeste de Buenos Aires. ‘Che, ¿qué esperas?’ sigue en la misma dinámica con la voz y guitarra marcadas, pero que destaca, por sobre todo, por el gesto de la banda en el pequeño –pero simbólico– cambio en la letra, pasando del abusivo “(a tu novia) la abrís de gambas en su cumpleaños” (frase coloquial que significa abrir de piernas) a “te abrís de gambas…”. La nueva versión de ‘La mosca porteña’, en tanto, tiene el ritmo más pesado que explota hacia el final, con un solo de escuela hendrixiana que le da una nueva épica.

“Cuando me puse el vinilo en casa fue acordarse de todo, de los horarios, todo de noche y madrugada; el desamparo, la escasez de recursos (...) Si bien habíamos firmado contrato con CBS, teníamos un tiempo acotado, había que resolver en poco tiempo. Y el disco tiene una concepción muy precaria. Y estaba mi transición de empezar a cantar, la mimetización con Luca en el modo, la inercia que todavía teníamos”.

Los detalles que entregó Mollo cuando se lanzó el disco en Argentina no son menores. La frescura con que se reescucha el disco no solo tiene que ver con la mejora de su sonido, sino en cómo hicieron crecer estas canciones con la conciencia del aprendizaje de la misma banda. Solo así se comprende la nueva sonoridad de ‘Gárgara larga’, uno de los temas mejor logrados y que logra un punto de excelencia y perfección pocas veces escuchadas. En su reinvención, la despojaron de los ropajes de Sumo para dotarla de esa cadencia y personalidad que el trío ha cultivado desde la publicación de “Amapola del 66” (2010), y que la acercan a esa poderosa y mística versión de ‘Indio, dejá el mezcal’ del DVD “Audio y agua” (con Rubén Patagonia aportando lo suyo), en una fusión única entre hard rock y folclore criollo. Exquisita al oído.

Regrabado en su totalidad y sin límites de tiempo en la casa de Ricardo Mollo, “Haciendo cosas raras” es una bocanada de aire fresco casi sin limitaciones. Si bien mantienen la misma estructura tanto la canción homónima –que se ve potenciada por las gruesas líneas de bajo de Diego Arnedo que se vuelven más protagonistas– como ‘Un montón de huesos’ –que pierde la trompeta pero no el ritmo de marcha a lo ‘Crua chan’–, sus nuevas versiones se presentan más aceleradas y evidentemente con más cuerpo. Otro elemento que se repite constantemente es el virtuosismo de cada músico, que se cuela en distintos pasajes de cada canción. Curioso es el caso de ‘Light My Fire’ (el clásico de The Doors) que sigue sin encajar en el lenguaje Divididos, a pesar que la banda ha aprobado la materia en otros covers. Otra sorpresa es la conversión de la instrumental ‘La foca’ a ‘Caballos de noche’, un rock intenso que ahora vienen con una letra críptica pero esperanzadora: “Sueña, sueña, olvida el dolor / Sueña para siempre”, dice el estribillo. ‘Los hombres huecos’ actualiza su sonido, acusando un cambio notable, y ‘¿De qué diario sos?’ pasa de reggae a un lúdico abordaje funk con el guitarrista nuevamente sacándole brillo a su diapasón a punto de una excelsa ejecución. Cierra la que anteriormente abría el disco, ‘Camarón Bombay’, un jocoso clásico de la aplanadora que aparecía en tres partes y ahora se ralentiza y se convierte en una relajada coda en clave reggae eléctrico que termina con un fade out de voces en el aire.

“40 dibujos ahí en el piso” es un componente medular en la historia de Divididos. El inicio de una historia condicionada por su contexto desde varios frentes, y devenida en una transición inevitable tras la disolución de Sumo y la cual se fijaron como objetivo revisitar para mejorarla, como si se tratase de la restauración de un patrimonio nacional. “Haciendo cosas raras”, entonces, reubica en el mapa emocional estas canciones de aquel dolor por la partida de Prodan, haciéndolas dialogar en otra época y florecer gracias a todo el aprendizaje adquirido desde entonces. Un ejercicio de nostalgia, pero sobre todo, de conservación y pasión por el rock que tanto les apasiona.

César Tudela


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