John Cage, el compositor que creó una obra de silencio hace 70 años y sigue generando ruido

Es 29 de agosto de 1952 en la Maverick Concert Hall de Woodstock y está por producirse un sismo en la música. Un pianista, David Turdor, cruza el escenario y se sienta al piano. Abre y cierra la tapa en tres oportunidades. Tiene una partitura. No toca ni una nota. Se pone de pie y saluda a un público escandalizado. Acaba de pasar 4’33’’, de John Cage.

Cage había visitado antes una cámara anecoica (capaz de anular las ondas sonoras) donde le sorprendió escuchar dos sonidos, uno agudo y el otro grave, cuando imaginaba no escuchar nada. Le explicaron que esos sonidos eran su sistema nervioso y la circulación de su sangre.

Cage comprendió y materializó su idea: el silencio estaba lleno de sonidos. Así, la música de aquella presentación era el viento que soplaba afuera, la lluvia que golpeaba el tejado, el ruido de los que se paraban indignados para irse. “Es probable —dijo— que haya trabajado más tiempo en mi obra silenciosa que en ninguna otra” (de John Cage, de David Nicholls, Turner Publicaciones, 2009)

“Todavía no lo olvidan”, llegó a decir el compositor estadounidense. Agregó: “30 años después siguen furiosos”.

Los popes de la música no le perdonaron la desacralización. El espectador, desde este concepto, era parte de la obra. El silencio es un ruido ensordecedor.

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